Falacia
tras falacia. Cuanto más ahondas en aquello que te rodea más falsedad
encuentras, y cuando te das cuenta de que esa mentira, esa tramoya, esa pantomima la proyectas tú en tu
interior, supone una devastación plena, un derrumbe de todo lo que pensabas que
eras, un desplome de tu distorsionada y
falsaria imagen que no era más que un conjunto de píxeles agregados sin
contenido que al mínimo tacto se disuelven y disipan.
La
farsa la creas tú con tu proyector mental, el escenario en el que te insertas
está trucado, tuneado, trampeado por un filtro ya preestablecido de antemano,
ya instalado para que lo des una simulación
de vida, de movimiento, de corporeidad y te creas la vaina que te hacen creer que tú creas. Un argumento
predefinido, un guión diseñado entre bambalinas, tan sibilinamente orquestado
que tú tienes la sincera percepción de que estás viviendo tu vida, de que
tienes libre elección, pero cuyo desenlace ya está designado previamente.
¿Acaso el entramado no termina envolviéndote en la misma historia de siempre?
Contienes
en ti una convergencia de azares, causalidades, sincronicidades, metaprogramas,
arquetipos psicóideos, confluencias energéticas y planetarias, en definitiva,
un sinfín de intersecciones cruzadas –y revueltas– de todo tipo, que te hacen identificarte con
un personaje pseudoconsciente que no eres tú en absoluto, ya que tú eres un no-ser siendo, un vacío creador al que le han llenado desde afuera de basura
mental y emocional ajena para incrustar
en tu eje, como un implante divisivo, la corrosiva y virulenta sensación de la
separación, de la frustración, del sufrimiento, esto es, de los devenires
tensores de una dualidad kármica cuyo velo oculta la unidad plena que eres en esencia...
Si
no eres consciente de tu propio poder, de esa capacidad de Luz creativa, genuina y original autogenerada que posees en ti, el
otro la utilizará para sus fines y te mantendrá subyugado, sojuzgado,
claudicado y enganchado a su machaque traumático, a su abuso inveterado, a su
pérfida injerencia sobre tu voluntad, percibiendo como a un salvador a quién
realmente es tu perpetrador, tu vampiro, tu soplador.
Reconocer la verdad te dolerá, pero
te liberará. Sal de ese trance hipnótico y descubre
tu auténtica naturaleza. No sigas
fingiendo más con tu disfraz de ovino dócil y sumiso a los arbitrios
caprichosos del mediocre gregarismo de la oveja-reina,
cuando tú sólo te bastas a ti mismo, cuando en realidad tú eres un Tigre, fiel a sí mismo, soberano,
indómito, salvaje, indomesticable, el rey
de la selva, instinto puro, potencia y garra. Álzate de una vez y que tu
rugido retumbe por todo el universo...
¡Qué se entere todo el mundo que has vuelto! ¡YA
ESTÁS AQUÍ!