Una historia de abuso y servidumbre, donde
no se respetan los límites ni la intimidad. En su vocabulario no existe el
espacio propio, todo lo quiere invadir, acechar, acaparar. Yo ya estoy harto,
necesito mi lugar, mi sitio, mi propio territorio en el que sentirme a salvo,
protegido sin la mirada inquisitiva del otro, sin sentirme observado por la
voracidad famélica de los demás. Este mundo hostil, en el que hay
que luchar para sobrevivir a cada momento, comer o ser comido, devorar o ser
devorado. ¿Acaso no hay lugar para la paz? ¿No hay una tregua para descansar?
Las puñaladas están a la orden del día, y mucho más frecuentes de aquellos con
los que convives, con los que te abres en total confianza; cuando menos te lo
esperas te exprimen todo lo que pueden y más.
Estoy realmente harto de aguantar ese ciclo que nunca se acaba, de ataque,
fustigación, amenaza continua. No hay quien se salve del drenaje del Humanero.
Por más que intentas escapar, sus secuaces ahí están, camuflados entre las
máscaras orgánicas de personas que alguna vez creíste apreciar. Te tienen cercado
y si te aíslas en ti aún más.
Simplemente ser transparente, permeable,
que todo te la sude, ser indiferente a cualquier cosa que pase alrededor e
incluso al devaneo interminable de voces y sentires que acaecen en tu interior.
No hay salida, por lo tanto, no ha habido
ninguna entrada por la que hayas accedido a este manicomio cósmico. ¡Salta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario