viernes, 21 de junio de 2024

Cima Incognoscible.

 

Ese miedo que aflora de las profundidades… ¿Qué es? ¿Por qué embarga todos los sentidos? ¿Por qué paraliza, abruma, afloja con su nerviosismo sistemático y punzante virulencia? ¿De dónde procede esa sensación de separación, de necesidad imperiosa de atrapar lo indefinido, de desear aquello difuso imposible de alcanzar? ¿Qué es eso que constante y desesperadamente nos hace la vida más complicada, obtusa, confusa, en fin, trabada en sus infinitas formas?

Eso que aparece cuando menos te lo esperas, cuando estás alineado, armónico, a gusto, contento, confiado en tu colmado silencio; esa vocecita que viene de la nada, del reino del caos y de las tinieblas, que te insufla sus maquiavélicas ideaciones, que te activa como un resorte maldito la duda, la inseguridad, la obsesión, la ansiedad, que, a modo de pérfido gas invisible propagándose sin límite, te inunda con un hastío flagelante, con una sacudida en tus entrañas más hondas a causa de ese impulso ambivalente de no saber qué hacer ni hacia dónde ir, pero siendo consciente al mismo tiempo, en ese acto infructífero, de que no hay nada que saber ni ningún lugar hacia dónde ir...

Simplemente permanecer en el vacío, en lo inmóvil, en la quietud de lo inalterable; en la gélida presencia de lo incognoscible, en lo que no se puede conocer, pero sí intuir, percibir, con otros sentidos que no son los ordinarios, sino extraordinarios, con los sentidos que se sitúan fuera de este mundo, de esta cajonera cósmica, que pertenecen a otro universo regido por la misma naturaleza que nuestra esencia original: la Ley del Espíritu, de lo inmutable, de lo Eterno…

Posicionarse en lo vertical, en lo inamovible, en la cima intocada del propio Sí-Mismo donde somos Invulnerables, Infranqueables, Inexpugnables…

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