miércoles, 5 de junio de 2024

Samsara cotidiano.


Intermediarios para todo. ¿Para quién trabajas realmente? Si quieres comer, para el supermercado o el restaurante de turno, si te quieres vestir, para el centro comercial o la tienda de marca que esté de moda en ese momento, si quieres habitar en una casa, para el propietario de la misma o para el banco en cómodas mensualidades. ¿Qué coño pasa? Simplemente para comer, vestirte y tener un lugar donde vivir y refugiarte, que es lo básico de lo más básico, el sistema ya te exige un esfuerzo titánico, un peaje, un drenaje continuo que  hace desvanecerte en la rueda sin fin de la supervivencia.

Este mundo a lo más que se puede aspirar es a sobrevivir, nada es estable ni seguro, a la mínima todo lo que has construido puede derruirse, evaporarse, desaparecer sin posibilidad de retorno. Tus objetivos son quimeras etéreas cuya materialización no es más que un sueño diluido en la nada, en lo marchito, en lo caduco, en lo ya fenecido al instante de ser concebido.

Una rueda que gira interminablemente en una simulación de movimiento estanco, de velocidad en plena suspensión, en una aceleración que no hace más que frenar un tiempo que no corre, que nunca pasa, que se embalsama en las ilusiones de una vida que se dirige hacia ninguna parte. Un compendio de rutinas en secuencias cíclicas que achica el horizonte vital, que da la falsa sensación de llenar un espacio agujereado que nunca se colma y, que por más que lo intentes, jamás se colmará…


¡Cuánto antes lo aceptes, antes saldrás del bucle ratoneril que perpetúas a cada paso!


 

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