Eso
que percibes como una certeza interior absoluta, como una llamada firme, sin
condiciones, algo que es así y que no puede ser de otro modo, ese es tu espíritu, tu esencia, quién tu eres en origen.
Cuando
ya intermedia el programa sustituto de la
mente, con su parloteo ensordecedor, comienza a definir, analizar, juzgar,
explicar, justificar, elucubrar, es decir, a utilizar palabras, el limitado sistema del lenguaje. Todo lo tergiversa, lo
adultera, lo malentiende y lo caricaturiza en un conocimiento diviso basado en la
dualidad, en el bien y en el mal, en una máscara
de fruto putrefacto que da lugar a la caída en el devenir, al proceso secuencial,
a la dimensión temporal, a la duración del aplazamiento continuo, a una
evolución involutiva acumuladora de fiascos e intentos fallidos unos detrás de
otros... Su leitmotiv universal es tapar
aquello que había antes del
advenimiento de sus falsarios escenarios, de sus proyecciones holográficas
ilusorias, de su reflejo imitativo y engañoso de lo que jamás podrá ser emulado
ni trocado, esto es, lo que verdaderamente existe: lo incondicionado, lo inmutable, lo increado...
La
mente, ese implante ajeno a nuestra naturaleza original, es un mecanismo
foráneo, totalmente artificial, usurpador, engañador
de lo real. El disco rayado que escuchas constantemente en tu cabeza es un
paquete de programas-creencias
asociadas a unas determinadas palabras, sentimientos y emociones que te llevan
a una determinada conducta cíclica y previsible, un mero programa de ejecución
automática al que tú se la sudas, cuya única finalidad es subsistir a través de
ti, sobrevivir utilizando tu combustible y energía vital. ¿Vives para alimentar a la máquina que te parasita y que se hace pasar
por ti? ¿Y encima te crees que eres ese automatismo algorítmico reptiloide?
Si
te identificas con ese engendro alógeno que habita en ti, te escurrirás en sus
tramas, sus trampas y sus enrevesados ardides fantasmagóricos; serás un personaje ficticio en un mundo
ficticio con unos objetivos ficticios, operando teledirigida-mente como un
homínido espectral en un universo hecho de palabras contradictorias,
lenguaje inentendible, pensamiento fragmentario y tiempo simulado.
Esa
es la cárcel, la jaula, la mátrix, la
prisión mental en la que estamos y de la que hay que salir ¡YA!
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