No
nos dejaremos arrastrar más. Combatiremos sin descanso. Cabalgaremos la
entelequia arquetípica y saldremos Victoriosos. Así lo decretamos.
Una
sucesión de vivencias que se repiten, siempre en un continuo pasado
actualizándose, cada vez más enmarañado, más enrevesado, atrapando con sus
argumentos, envolviendo con sus emociones: ¡caímos
una vez y nunca más! Ahora ya nos hemos dado cuenta del juego, de sus
reglas y roles, de sus estúpidas historietas recicladas manvantara tras manvantara,
que conducen a un final prescrito, a un escenario previamente maniatado, a un
itinerario pactado de antemano, es decir, ¡al
matadero…! Como ovejas teledirigidas siguiendo un curso ya definido, con la
ilusión de vivir una vida personalizada dentro de una mente-colmena, de un
inconsciente-hormiga cuyas acciones son guiadas al unísono por una inteligencia artificial cuyo leitmotiv
es generar automáticamente indefinidas dosis metamorfoseadas de tensión
dramática, dolor y sufrimiento para alimentarse de su energía desprendida, y
convertir así su termitero-mátrix en un
agujero virtual infernal donde nada pueda desviarse del redil establecido y cuya
salida se cierre cada vez más y más…
¡Salgamos
de ese oscuro fatum, y labremos
nuestro luminoso oficium! Creemos
nuestro Propio Destino, nuestro Camino Auténtico, siempre en la Verticalidad,
hacia la Salida del Laberinto, Más Allá
de las sombras cavernosas… Diferenciémonos, Individuémonos, Sostengámonos en
nuestra Originalidad, en nuestra Esencia Primigenia, Manifestemos nuestra
Realidad, la Verdadera, la de nuestro Espíritu, hecha carne, materializada, palpable, bien tangible, que la
toquemos, la veamos, la oigamos, la olamos, la percibamos con todos nuestros
sentidos: Fijada en el Presente, en el Aquí y Ahora, en todo momento, en el Instante Eterno que constituya cada
inhalación y exhalación de nuestra Existencia Propia, porque ya no nos regirá
más ni el tiempo lineal ni el tiempo circular del otro, sino nuestro Propio Espacio-Tiempo Arquemonizado, nuestro
Lapis Fundacional, nuestro Árbol
Primordial, nuestro Kairós: la Liberación…