El itinerario es el siguiente: Si tienes
un talento determinado y lo utilizas sin más intención que el que te sale
natural, como divertimento, disfrute, pasatiempos, simplemente como una forma
de entretenerte o conectarte contigo mismo, para elevar tu energía o que
sencillamente te hace sentir bien y fluyes con ello. Nada, eso no está
permitido, tienes que enseñárselo al mundo y además monetizarlo, vivir
de tu pasión como dicen algunos. Ya no basta una simple actividad de
descanso u ociosa sin ninguna pretensión, ahora todo tiene que tener un fin,
una utilidad, un propósito crematístico y sacarle rédito, provecho,
rentabilidad. La sociedad te hace sentir que si no ganas dinero con
una actividad que se te da bien y que simplemente lo haces porque sí, sin
motivo, porque es algo innato, es que estás desaprovechándote, que estás
perdiendo una oportunidad de oro, que no estás optimizando tu tiempo y podrías
“multiplicar tus ganancias” y añorar esa libertad financiera con la que te
bombardean como zanahoria-quimera que persigues ciegamente sin poder darla un
mordisco nunca.
Ya no es suficiente el trabajo asalariado,
que te explote un otro, el sistema, alguien de afuera que te coacciona, que te
obliga y presiona a que gires ad perpetuam en la rueda
marmotil, ahora quieren que te autoexplotes, que seas tu propio tirano, que
pienses continua y obsesivamente en trabajo y hacer dinero las veinticuatro
horas del día, trescientos sesenta y cinco días al año; si no estás
produciendo, pobrecito de ti, pues estás perdiendo tiempo y dinero.
Te están moldeando para que seas un
autoempleado esclavo que solo piense en términos utilitaristas y así te
impongas a ti mismo una disciplina feroz, estricta, a la vieja usanza de los
comienzos de la revolución industrial, pero esta vez, en esta revolución
tecnológica, más perfeccionada, más internalizada, psicológica, mental, que
seas tú tu propio explotador y verdugo, tu propio capataz que con látigo de
hierro te fustigues para ser más productivo, y cumplas tus planes y objetivos,
que ni siquiera son tuyos, sino que te los dicta el nuevo modelo
socio-económico microemprendedor. Solo muy solo, solo ante el peligro ante la
maquinaria leviatánica del poder establecido: tú a callar, a producir y a pagar
impuestos, y a sacrificar lo más valioso que tienes: tu tiempo, tu energía, tu
vida.
Así es como se han metido las fauces
sistemático-culturales en tu mente, y en la totalidad de tu vida privada. Con
las posibilidades de negocio en internet, se terminó tu tiempo libre, amigo. Te
hacen ver por todos los sitios lo fácil que es ganar dinero a espuertas por
internet: ves a críos, adolescentes, mediocres de todo pelaje, medianía
intelectual y oportunistas de medio pelo que con decir sandeces o enseñar sus
cuerpos morenos y caritas angelicales, ganan millonadas. Y tú dices: “¡Eh, yo
también quiero eso!” Así que adelante, a la búsqueda del tesoro-financiero
digital…
Hay dos opciones. O te conviertes en un
imitador de otros copiando un formato, los mismos gestos y palabras, es decir,
volverte un servidor obediente y sumiso del “algoritmo”, una fotocopia del
estándar bien visto y popular del momento, o, la segunda opción, quieres ser
original con algo que se te da bien, con tu talento, y empiezas a crear
contenido con la mejor de tus intenciones; si no tiene mucha llegada, continúas
tímidamente de forma intermitente un tiempo más hasta que lo dejas y
vas al redil asalariado, o, en cambio, si parece que a la gente le gusta y te
presta atención, bueno, ahí, comienza tu condena: la telaraña
de Aracne te atrapó, te capturó, pues el potencial avaro y
narcisista que llevas dentro, el pequeño capitalistoide y ávido de poder que
habita en ti, ya te empezó a dominar, cada vez se adueñará más de tu ser y
tomará el control: empieza el carrusel de suscriptores, visitas, me-gustas,
monetización youtubera y ¡dale a la ruleta!: Suscripciones
premium, libros, cursos, terapias, talleres, retiros, viajes “iniciáticos”,
profesionales que ofrecen sus servicios dentro de tu negocio y trabajan para
ti, y todo de una forma bien planificada para que tus clientes vayan pasando de
un servicio a otro, en pequeñas dosis alargadas en el tiempo y que así nunca
salgan de tu negocio. ¡Y ves como sube la cuenta bancaria!
Por fin, lo soñado, la tan anhelada
libertad financiera ahí está, la palpas, ¡ya la posees! Bueno,
durante un tiempo, cual espejismo ensordecedor así lo pareciera, pero van
pasando los meses, los años, y ya no te sientes como antes, te empiezas a
cansar de ello, se te vuelve monótono, rutinario y ya no tienes la misma
motivación, sientes que falta algo, pero ya no te queda energía para innovar en
tu negocio, has encontrado la fórmula y te es rentable, si cambias algo, si
tocas alguna tecla, quizás pueda fallar algo y fastidiar el chiringuito que te
has montado. Dices: " bueno, seguiré hablando de los mismos temas una y otra
vez, me repetiré como un loro hasta el hartazgo, hasta convertirme en una copia
vacía de lo que alguna vez fui, pero esto es lo que me da dinero y además, para
motivarme más y apaciguar la constante sensación de inseguridad que tengo
porque cada vez tengo que ser una mejor versión de mí mismo y
ganar más y más dinero y seguidores, subo el precio de los productos y servicios”.
Eso, que te han comido bien la cabeza con el dichoso lema de “aportar valor” y
que tú vales mucho, así que no te rebajes y quien quiera que lo pague, ¡no te
regales que eso es de mente pobre! Así que esta zafia mentalidad te hace tratar
cada vez más como objetos a las personas, solo ves un símbolo del dólar cuando
tienes a un cliente interesado en ti o en tu negocio, ya no te implicas, solo
actúas por inercia, automáticamente repitiendo los estribillos y los
latiguillos que te hicieran tener “éxito”, la aclamación del público, su sostén
aprobatorio y con ello tu fatuo afán de autoglorificación y vanidad
narcisa.
Y ni con más dinero ni reconocimiento ya
te compensa. Después de un tiempo, ahora estás autoexplotado, sin energía, sin
tiempo libre, incluso en vacaciones, si acaso las tuvieras, todo lo que piensas
está orientado a sacar la mayor rentabilidad de tu negocio y te confundes con
él, piensas que eres él, te identificas con tu creación, te ha comido,
como Cronos. En este punto piensas, “¿He conseguido la libertad
financiera?” Pues igual la financiera sí, aunque el aparato
represor-recaudatorio del sistema te cruja a impuestos, pero tu esencia
original, tu libertad interior, tu dicha, tu paz, tu entusiasmo, tu frescura y
juventud hace tiempo que se marchitaron como un flor descolorida y desgajada.
Ahí están las serpientes del sistema para
aquellos que quieren escapar del mismo, que si no te pica una, trabajo
asalariado, te pica la otra, emprendedor/empresario. ¿Cómo atravesarlo sin que
te piquen o siendo inmune a su veneno?
Aquellos díscolos del sistema y que
afrontan su vida como camino espiritual, están siendo “colonizados” por el
discurso avieso, tergiversado, interesado y corruptor que el sistema les está
inoculando como un virus para distorsionar su inclinación bienintencionada y
finalmente engrosar más aún las “tentaciones” de su ego y, por lo tanto, del
ego sistémico-entelequial. Este grupo autodenominado como “despiertos” está
cayendo como moscas en esta narrativa de autoayuda espiritualista –más bien
materialista– que predomina en las redes internáuticas con temas
como la omnipresente abundancia, la introducción a modo de mascarada de un
lenguaje espiritual para posicionarse en un mejor puesto dentro del mercado
capitalista-darwiniano y así lavar su imagen, los truquitos
“psico-espirituales” para conseguir más bienes económicos y comodidad material,
la “misión de vida de servicio a los demás” con una transacción comercial
ineludible de por medio, el compartir “conocimientos secretos” previo pago, es
decir, están haciendo un negocio de la espiritualidad, ¡los
espíritu-capitalistas!. Y cuando se antepone el interés egotista
personal y la lógica empresarial del acumular más y más, ya se sabe, además con
el agravante del autoengaño consabido de “cuanto más dinero tenga más puedo
servir y ayudar”, si claro, le sirves a tu bolsillo y ayudas a los ricachones
como tú porque para adquirir los productos y servicios que ofreces (y recalco:
¡siempre segmentados, divididos y alargados en el tiempo para hacerte
dependiente y exprimirte mucho más!) se necesita una buena billetera… ¡Menudo
negociete te has montado!
Entonces, ¿Qué diferencia hay entre los
valores de los supuestos “revolucionarios” y los valores estructurales del
sistema? El sistema los ha asimilado dentro suyo, en su centralidad,
se han convertido nada más que en otro sector de mercado más, ahora cada vez
más saturado y con “tiburoncillos con piel de cordero” que se agarran a su
nicho como un clavo ardiendo porque la desgracia, la infelicidad e ignorancia
de la gente vende muy bien, por eso se ve con tanta claridad la falsedad
caricaturesca que son todos estos tipejos que usan la espiritualidad para
enriquecer sus míseros bolsillos, porque eso es lo que son: miserables.
Con este texto no pretendo nada, ni
siquiera juzgar aunque lo pareciera por muchas de mis aseveraciones vertidas a
lo largo y ancho del escrito. Solo escribo lo que percibo y más por desahogo
que por otra cosa. De todos modos, si alguien lo lee y le remueve un poquito
por dentro, pues muy bien, si no, pues nada. Allá cada quién con su
conciencia.
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