Ya puedes ir por mil caminos
distintos que si no cambias por dentro siempre será un mismo camino con mil
caras. Huyes de tu realidad pero siempre te la topas de frente. Cuánto más
escapas de tu sombra más grande se hace y más se pega a ti. Acepta tu
destino, no quieras cambiarlo, no alargues más su llegada, todo lo contrario,
provoca situaciones para atraerlo a ti, sal a su encuentro, llámalo, que venga
a ti lo antes posible y míralo a los ojos, de tú a tú; vívelo
intensamente, adéntrate en su frondoso y tupido follaje, en sus laberínticos
ramajes, en sus junglas serpenteantes y ve hacia adelante con valor, sin
esconderte, sin arredrarte: alza tu mirada, enderézate y confía en ti
mismo.
Si te mantienes firme y sereno, con
resolución y determinación, ese destino kármico que tanto te aprieta y
aprisiona se disolverá, lo perforarás, lo trascenderás, pues al aceptarlo,
asumirlo y transitarlo con alegría y decisión ya no supondrá una carga que te
impone un otro sino un desafío a resolver, una aventura que tú eliges recorrer,
una oportunidad que aparece en tu sendero para que la aproveches y te vuelvas
más consciente, más fuerte, más sabio...
No tengas miedo del porvenir, utiliza
siempre la energía disponible de los elementos con los que cuentas y aprovecha
lo existente; no tengas una postura pasiva, afronta tu realidad de forma
activa, vital, guerrera; convierte la ciénaga en un vergel, el desierto en un
bosque fecundo, el plomo en quilates de oro, que todo lo que venga a tu vida
sea bienvenido, no desdeñes nada, úsalo a tu favor y transmútalo.
Si conviertes tu destino en misión
serás indivisible, total, absoluta-mente tú.
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