En
la actualidad, el proceso de interiorización de los valores sociales y las creencias
culturales del sistema está siendo más eficaz que nunca. El exceso de
información y de imágenes nos embota y confunde hasta el punto de causarnos una
desorientación nunca antes imaginada y un olvido de nuestro propio pensar y
actuar. ¿Pero cuáles son los medios que utilizan para clavarnos esas imágenes
que nos fagocitan y que nos hacen perder la orientación de nuestras vidas? Lo
primero, y ante todo, ha sido eliminar nuestro carácter soberano para
hacinarnos y atomizarnos en la multiplicación de individuos próximos
físicamente, pero al mismo tiempo alejados afectiva y emocionalmente, es decir:
nos han construido como masas informes y anónimas despojadas de cualquier atisbo
de poder autónomo en el destino social de su propio destino. Como decía Le bon en la introducción a su
obra Psicología de Masas, estamos en
la “era de las masas”.
Después
de todo un siglo conformándonos como una sociedad de masas, los resultados son
pavorosamente desalentadores para la reversión de la situación que esta
organización social de la sociedad ha generado, ya que hemos sido sometidos, sistemáticamente,
a un sinfín de estragos que han socavado por completo nuestra condición humana,
no sólo como colectivo capaz de auto-organizarse autónomamente, sino como
individuos soberanos de sí mismos. Así pues, el nivel de degradación de la
“masa”, ha sido tal, que nos hemos convertido en infra-seres hacinados, dóciles, acobardados, débiles, frágiles, miedosos
e incapaces de gobernar nuestras propias vidas; de ahí que estas consecuencias
que sufrimos en la actualidad en nuestras propias carnes, hayan sido causadas, en
gran medida, por el agrupamiento masificado y hacinado en la artificialidad de
unas mega-urbes que nos han desarraigado de la ligazón que nos confiere la
tierra: nuestra identidad natural como seres humanos.
En
este mismo proceso de despersonalización conjunta, la élite nos ha divido por clases, grupos,
colectivos, sectores, segmentos y categorías administrativas, transformándonos en
meros datos, números y registros documentales desconectados de los lazos
humanos innatos que nos unen entre nosotros, para desconocernos y, así, vernos
como extraños ajenos a sí mismos con los que hemos de confrontar, luchar y
pisotear para ser el primero en recoger la limosna que le ofrece el sistema.
Como
si de una “mente-colmena” se tratara, estamos hipnotizados por las proclamas
unidireccionales con la que nos manipula el sistema. Hemos sido adoctrinados en
que los perros que guían nuestro rebaño, están con nosotros para cuidarnos y
ayudarnos en nuestra inocente existencia,
ya que, ¡qué pena de nosotros!, que no sabemos qué hacemos aquí… Pero
ellos si lo saben y se aprovechan de nuestra ignorante condición. Somos su ganado, nos tienen almacenados en una
“granja holográfica” que alimentamos con nuestro miedo. Nuestro
temor les excita y se lo inyectan en vena, como si fuera el éxtasis etérico que
les hiciera mantenerse vivos. Por eso, en esta granja urbana en la que todos
estamos hacinados –viviendo en la obsesión materialista y envenenados por el
dinero–, nos tienen aborregados, atolondrados, aturdidos y distraídos mirando al unísono una realidad ficticia, pero que se está
convirtiendo en nuestro destino real: la aniquilación del ser humano como
especie.
La
psicologización de las masas es un tema bastante estudiado, cuyo pionero fue
Gustave Le bon quién se percató del “poder inconsciente”que mueve a las masas a dirigirse hacia
una determinada dirección. El francés plantea que hay una gran diferencia en
nuestro comportamiento humano cuando estamos solos –individualmente– o inmersos
en una colectividad o masa, ya que nuestro estado consciente habitual cuando
estamos de forma individualizada se transforma en un modo inconsciente cuando
estamos envueltos en una entidad grupal o colectiva, lo cual, le permite
afirmar en el primer capítulo de su obra lo siguiente:
“Los sentimientos y las
ideas de todas las personas aglomeradas adquieren la misma dirección y su
personalidad consciente se desvanece. Se forma una mente colectiva, sin duda
transitoria, pero que presenta características muy claramente definidas (…) Forma
un único ser y queda sujeta a la ley de
la unidad mental de las masas”.
Esto
último que señala Le bon, adquiere una gran dimensión de importancia, ya que
denota que las masas están formadas por una mentalidad que se forma a un nivel
inconsciente, y por tanto, no sujeto a la voluntad de los individuos que la
componen, lo que hace que la colectividad aglomerada que se define como masa,
se caracterice por su total volubilidad y susceptibilidad de ser influenciada,
condicionada y manipulada externamente. Asimismo, en este aspecto, Freud, en su obra Psicología de las masas, alude al alto grado de sugestión –compartido
por Le Bon– al que puede ser sometido a las masas actuales de nuestra sociedad,
en la que el individuo concreto queda subsumido y engullido totalmente por las
fuerzas hipnotizadoras inconscientes propias de una muchedumbre teledirigida:
“El individuo sumido
algún tiempo en el seno de una multitud activa cae pronto; a consecuencia de
los efluvios que de la misma emanan o por cualquier otra causa, aún ignorada,
en un estado particular, muy semejante al estado de fascinación del hipnotizado
en las manos del hipnotizador. Paralizada la vida cerebral del sujeto
hipnotizado, se convierte éste en un esclavo de todas sus actividades inconscientes,
que el hipnotizador dirige a su antojo. La personalidad consciente desaparece;
la voluntad y el discernimiento quedan abolidos. Sentimientos y pensamientos
son entonces orientados en el sentido determinado por el hipnotizador” –concluyendo
Freud lo siguiente– “La multitud es
extraordinariamente crédula. Carece de sentido crítico y lo inverosímil no
existe para ella. Piensa en imágenes que se enlazan unas a otras
asociativamente como en aquellos estados en los que el individuo da libre curso
a su imaginación sin que ninguna
instancia racional intervenga para juzgar hasta qué punto se adaptan a la
realidad sus fantasías”.
Y
claro está que nuestra realidad sigue siendo así. Vivimos en un mundo de
“fantasías” prefabricadas que nos inducen a estados de confusión
mediático-alucinatorios en los que nos manejan
a través de procesos de “sugestión” que azuzan nuestro inconsciente colectivo como si de una hipnosis mágica-vudú
se tratara. Su principal objetivo es adormecernos la capacidad volitiva
individual de nuestras conciencias internas, para hacernos mover socialmente por
contagio mimético hacia los vaivenes emocionales en los que es “dirigida” la
masa. Nuestra psique parece ser que
funciona en un alto grado por la imitación, por el contagio y por la influencia
externa, como si nuestro instinto de conservación priorizará la conducta
gregaria a la propiamente individual y original de cada ser interno propio a
cada uno de nosotros.
La
casta gobernante, conoce esta tendencia gregaria del ser humano y la exprime al
máximo, la cual, aprovecha para anular nuestra capacidad individual, y fomentar
la estandarización, homogeneización y uniformización de una masa empobrecida
por la ruptura de la horizontalidad relacional y la mediación tecnológica
vertical, hasta el punto de que diversos autores dieron una definición para el
nuevo individuo que había sido creado bajo las fauces de una masa
artificialmente creada y teledirigida, señalando como característica primordial
de su identidad: “la nula voluntad que posee dicho individuo”. En este mismo plano,
Ortega y Gasset, calificó a este individuo desidentificado de su propia
individualidad como “hombre-masa”, al que, según el filósofo español, se le reconoce
con las siguientes características:
“Delante
de una persona podemos saber si es masa
o no. Masa es aquel que no se valora a sí mismo – en bien o en mal – por
razones especiales, sino que se siente ‘como todo el mundo’ y, sin embargo, no
se angustia, se siente a gusto al sentirse como los demás”.
Esta
definición le lleva a plantear en su misma obra, a modo de sentencia: “Masa es
el hombre medio”, o como diría José ingenieros: “el hombre mediocre”.
En
definitiva, podemos señalar que la
conformación y la agrupación de los individuos en una masa, ha generado que en
la actualidad hayan desaparecido, todas las formas naturales de relación,
favoreciendo así, que se fortalezca el aparato de dominación y su capacidad
para la creación artificial de una sociedad hiperreal y manipulada desde arriba, que es construida a base de símbolos e
imágenes arquetípicas mediante procesos de ingeniería social.
Leer: La Rebelión Autárquica. Ensayo sobre la liberación del ser en tiempos de espejismo social.