¿De
dónde viene toda esa aflicción que sientes? A ratos estas bien y, de repente,
padeces un pesar insidioso sobre tu pecho… ¿Por qué? La mayor parte de tu
comportamiento no es tuyo, te viene programado
de antemano por los patrones inconscientes de tu sombra personal, tu
familia, la psico-región en la que resides, la cultura a la que “perteneces”, a
las diatribas y quimeras de la época que te ha tocado vivir, al condicionamiento cósmico que gravita
sobre tu cabeza… Estás lleno de arquetipos, creencias, limitaciones,
sufrimientos, rencores, secretos, culpas y carencias que no son tuyas, pero sí habitan
en ti.
¿Acaso
eres responsable de toda esa amalgama limitante
que se agolpa sobre ti? Muchos dirán que menuda putada haber heredado toda esa programación
inconsciente que te restringe enormemente… No tengas esa visión de las cosas,
por el contrario, piensa lo siguiente: Por el simple hecho de encarnar, ya
tienes la posibilidad de sanarte a ti
mismo y, por consiguiente, a aquellos que confían en tu poder interno, transfiriéndote esa
“herencia” que ellos han sido incapaces de superar y que les ha hecho paralizar
sus propias vidas una vez más… Pero, ¿tú quedarás atrapado en esos argumentos
arquetípicos repitiendo la vida frustrada y doliente de tus ancestros o te
liberarás –y les liberarás– de esa rueda pretérita e inveterada de emociones
enquistadas para transmutarlas y ser tú
mismo?
Aunque
todo lo que heredes del mundo, no sea
tuyo, sí reside en ti, por lo que inevitablemente
pasa a ser tu responsabilidad. Si no
tomas conciencia de estas cuestiones que gravitan sobre tu eje vital, vivirás
la vida de otros, estarás incrustado en un pasado que no cesará de repetirse
jamás; no importan los personajes que lo protagonicen, el argumento es el mismo para todo el clan. ¿Acaso tú quieres ser un instrumento de ese programa familiar-social-histórico-cósmico,
o, más bien, el actor que se sirve de ese programa como una herramienta en la
que apalancarse para impulsarse hacia
la autoconformación de su propia
existencia?
Acepta
que has venido a resolver –o mejor dicho: disolver– una serie de argumentos no resueltos por tus
antepasados, así que, por mucho que reniegues de ello, no te servirá de
absolutamente nada. Indefectiblemente pasarás por sus situaciones, escenarios, emociones,
tribulaciones, obstáculos, conflictos…
Está
bien, aceptemos el desafío: transitemos todo
lo que haya que transitar y recordemos,
con ello, nuestro verdadero origen; a medida que vayamos comprendiendo los
procesos por los que iremos avanzando, atravesaremos y nos liberaremos, por
fin, de todos los nudos y ataduras que nos atenazan por dentro.
Saber
esto no tiene por qué pesarte, es más, todo lo contrario: te ha de aliviar profundamente, ya que te ayuda a identificar
correctamente las situaciones vitales en las que te ves envuelto y a no
perderte en sus umbríos argumentos; el conocimiento de ti mismo y de tus
antepasados, te permite dar una respuesta propia, auténtica y original;
totalmente nueva, rompedora y novedosa, con
la que liberarte a ti y a tus ancestros de una vez por todas.
Es
importante que no cedas a la presión familiar-social porque tenderán a hacer
todo lo posible para que no descubras sus secretos ocultos, para que no te
salgas de las rígidas normas inconscientes del clan y repitas, de forma irreflexiva y automatizada, todos esos
programas instalados en él.
Medita
bien sobre tú comportamiento en la dinámica relacional de tu familia, trabajo,
amigos, pareja… Verás tu propio reflejo:
¡Tu Luz y Tu Sombra!
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