¿Hasta
cuándo esta ignominia? ¿Hasta cuándo está opresión? Cada vez más hiriente, cada
vez más hirviente… ¿Cuándo llegará el día en el que digamos Basta? ¿Cuándo nos levantaremos? ¿Cuándo
nos despertaremos de este sufriente letargo…?
Hipnotizados,
alucinados, mesmerizados, sumidos hasta el fondo en un sortilegio durmiente, en
una ensoñación bullente, en una perturbación onírica que empuja hacia lo hondo,
hacia la disolución final, hacia la indiferenciación moliente, donde todo se
mezcla, se embarra, se invierte, se diluye, se evapora en una nada
autodestructiva, en un tenebroso agujero succionante, que expira su último
aliento, su expiración terminal; todo lo engulle, lo arrasa, lo arrastra,
fagocitándolo sin medida, en un bocado mortal, donde todo lo superfluo, lo
inauténtico, lo caduco, lo sin-vida se extingue sin dejar rastro, sin huella,
se desvanece en el surco de una ilusión neblinosa, humeante, espectral que se
auto-aniquila en su propia hambre autodestructiva, en una autofagia voraz e
ilimitada que le hace morder siempre su cola, comer ansiosamente a los hijos
que su tiempo le da, intrincarse en un laberinto donde el principio y el final
no son más que un mero espejismo, una ideación mental imaginaria que le hace
extraviarse, enloquecerse, desvariar, encerrarse en una oscura cárcel con
paredes cada vez más estrechas, nublando su percepción, enturbiando su
discernimiento, olvidando la llave maestra que le mostraría la salida de la
prisión…
¿Dónde
está esa Llave? ¡Está en tu interior!
Solo dentro de ti encontrarás la clave correcta, la llave apropiada para abrir la
cerradura de tus grilletes: ¡Sal de tu
confinamiento perpetuo! ¡Libérate del
yugo al que te estás sometiendo a ti mismo! Afuera pueden dictar normas, reglas y coerción sin límites, pero tú solo has de
seguir la Única Ley, la más Justa,
Sacra y Elevada, la más Noble, Pura y Verdadera, la Ley de tu Propia
Naturaleza, la Ley de tu Propia Esencia
Original: la Voluntad del Espíritu…
¡Sé tú mismo y que le jodan a las
memeces impositivas del otro! Haz valer tu Voluntad
frente a todo y crécete en la adversidad; ¡si
todos te dicen que no, tu di que Sí!, si todos te señalan, Afírmate y
señálate tú a ti mismo: ponte de pie y con el brazo en alto erígete como el Dueño
y Señor de Ti mismo, como el Regio
Soberano de tu Conciencia, como el Absoluto Imperator
que Porta en Sí Mismo la Lux del Espíritu,
manteniéndola, con Honor, Coraje y Lealtad, Perennemente Avivada,
Encendida, Flameante, con un Fulgor Eternamente Incandescente que se
Cristaliza, cual Álgido Diamante, en este y todos los Mundos…
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