¡Vamos, Arriba! Álzate, Yérguete, Levanta las rodillas del suelo, que el dolor no te impida Cumplir tu Deber, Consumar tu Propósito, Realizar tu Misión... Estate por encima de los devaneos del mundo, de la dualidad circundante, de los altibajos fluctuantes, de los flujos y reflujos del devenir anímico… Todo va y viene, todo pasa, déjalo ir, desapégate, el tiempo se lleva lo superfluo, lo que pesa, la frágil cáscara en la que te encapsulas, el fino manto en el que te escondes, las neblinosas lentes que te impiden ver con claridad, el pantanoso sendero que no te permite caminar con la liviandad que precisas, con la ligereza con la que tus Alas habrían de Desplegarse…
Alégrate,
Conténtate, Mira hacia Adentro, Dirígete hacia lo Permanente que Posees, hacia
esa Roca Inamovible que se halla
Inexpugnable, Enteramente Incólume, Inafectable,
Dentro de ti, que se mantiene Intocada en medio de la tempestad, Virginal entre
las brumas, Salvada de las Aguas, en
la Áurea Cima de los Cielos, en las Níveas Cumbres Aladas, donde el tiempo no
aprieta, donde su corriente no marchita ni envilece, donde todo se muestra
Original, Prístino, Verdadero, Auténtico, con una Luz venida de Otro Universo, de una
Naturaleza Increada, de un otro Orden, de un Lugar Divino, Sagrado, Trascendente,
de Más Allá, del Presente Atemporal, del
Reino del Espíritu que como un Rayo
Victorioso perfora todo límite, todo designio, todo impedimento que sale a su
paso, porque su Determinación es Férrea, su Dirección Recta y su Voluntad Absoluta…
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