Ya no eres el mismo de antes.
Esa imagen que creías que eras se ha desvanecido por completo. Ya no te
identificas con aquellas cosas con las que te formaste una idea de lo que eras
y lo que no eras. Ya no hay división ni fragmentación en ti, solo unión y
unidad.
Los demás aún te seguirán
recordando tu yo anterior, los diferentes aspectos de la personalidad
artificial que construiste para estar en el mundo. Intentarán, por todos los
medios, que retrocedas a esa cascara de creencias, poses, imágenes, disfraces y
máscaras en las que escondías tu auténtica esencia para ocultarla y mostrar un
ropaje prediseñado externamente para henchir inútilmente tu carencia de amor;
ése gran ausente que huyó de tu interior…
Ahora has recuperado tu
condición primordial, tu verdadera naturaleza. Brillas con luz propia y no
precisas de nada ni nadie de lo externo. Estás presente, colmado en ti mismo,
dichoso en todas tus vertientes, inundado de un caudal energético que emanan
todos los poros de tu piel.
Ya no eres el mismo de antes.
Aunque quisieras, ya no hay vuelta atrás. Se han transmutado todas las células
de tu cuerpo y este proceso avanzará sin detenerse. No pongas oídos a los
improperios y vituperios de los demás. Éstos se han quedado anclados en otro
tiempo y en otro espacio: son la proyección de la parte de ti que quiere seguir
estancado en la repetición arquetípica del pasado, por lo que no esperes más y
domeña tus miedos; sublima tus instintos ínferos y transfórmalos en un impulso
de vida y renovación existencial.
Tú habitas en otro lugar: en tu
templo sagrado, en tu fortaleza inexpugnable, en tu divina esfera repleta de
sagradas posibilidades de existencia propia.
Sigue tu propio camino. Fórjate
tu auténtico sendero de instante en instante y permanece aquí y ahora; expande
tus sentidos, mira hacia lo alto y ábrete hacia lo infinito.
La eternidad te está llamando…
late dentro de ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario