En esta edad sombría –negra–, los seres humanos hemos
convertido la vida en un desecho sin más sentido que la satisfacción voraz e
ilimitada de nuestra pulsión tanática y autodestructiva. Hemos perdido el
rumbo. Ya no sabemos a dónde dirigirnos; nos hemos estancado y la naturaleza ha
dicho basta. Ahora, quizás sea demasiado tarde y la involución nos aceche, pero
a nosotros nos da igual, seguimos entretenidos con las quimeras e ilusiones de
un mundo totalmente ficticio que nos aboca al olvido más absoluto de nuestra verdadera
esencia. Un olvido que ha provocado un individuo desintegrado en vías de
desaparición, que vegeta sin propósito alguno en una sociedad en plena
decadencia, en una civilización hundida y masacrada por su insaciable ansia de
brutalidad y crueldad. Pero ¿acaso esto no es el reflejo de nuestro interior?
¿Acaso no somos nosotros los que alimentamos esta maquinaria día tras día con
el odio que nos tenemos hacia nosotros mismos? No perdamos la esperanza, tal vez nos quede
una posibilidad… ¡Venga! apresémosla y empecemos a sumergirnos en las
profundidades inconscientes de nuestro interior; sólo así, recordaremos quiénes
somos realmente; y sólo así, brillaremos con luz propia para resplandecer, por
fin, con la fulguración incandescente de nuestro auténtico SER.
Léelo aquí: La Rebelión Autárquica. Ensayo sobre la liberación del ser en tiempos de espejismo social.
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