No
cometas el error de dejarte guiar por tus apetitos titánicos y desmesurados,
por la impresionabilidad del número, del reino de la cantidad, de lo llamativo
y cuantificable. No te fíes de la valoración externa que dicta la cultura para
con las cosas. Lo más no tiene por qué ser mejor que lo menos,
y viceversa, lo menos no tiene por qué ser mejor que lo más; pero tampoco es
cierto que lo más o lo menos sea mejor
o peor en sí mismo porque se haya estipulado en lo externo de esa determinada
manera. Tú tienes que decidir qué es lo mejor o peor para ti, lo conveniente o
no conveniente, lo que te sienta bien y lo que no; escúchate y atiende a tu
propia naturaleza. Cada individuo es diferente entre sí; siempre uno necesitará
de esta o aquella cosa más o menos que otro, por lo que la medida para
determinar el valor de una cosa, no se encuentra en el exterior, sino dentro de
cada uno: ¡cada cual ha de saber qué es lo provechoso para sí!
No
te rijas por medidas estandarizadas de lo externo, porque siempre te pasarás o
te quedarás corto, siempre por exceso o por defecto: aléjate de las opiniones,
creencias, habladurías, leyendas, supersticiones o discursos que provengan de
la cultura; busca tu propia medida alquímica, lo adecuado a tu propia
naturaleza, lo justo, lo suficiente para ti, lo que te colma y te sacia, lo
correspondiente a tu propio mérito: ni
más ni menos.
Ten cuidado con los golpes de la fortuna porque tan pronto como suben, así de rápido bajan, ya que eso te lo otorga el otro, no tú. Nunca estés a merced de los designios de nadie, bástate a ti mismo y gánate las cosas con el sudor de tu frente: lo que tú te procuras con tu esfuerzo, perseverancia, tiempo y voluntad, nadie ajeno te lo podrá extraer; es tuyo para siempre: ¿qué decides, pues?
La
medida propia es la justa; escúchate y atiende a tu propia naturaleza: ni más ni menos.
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