No te aísles del mundo.
Inmiscúyete más. Estate dentro. Fusiónate e imprégnate de su fragancia, pero
siempre con una direccionalidad propia, conforme a un objetivo trascendente que
te hayas propuesto para la autoconstrucción de tu existencia.
En ese camino hacia la expresión
diáfana de tu ser, habrá muchas etapas y ciclos que transitar. No te apegues ni
renuncies a ninguno de ellos, todos son necesarios y te ofrecerán una
oportunidad óptima para seguir creciendo y desarrollándote interiormente. Ya
sabes que el sendero que has de cruzar no va a ser como el de la mayoría, porque
tú no irás a lo fácil y cómodo, ni a lo que atrae a tu personalidad artificial.
Tu liberación está en todo lo contrario: ir hacia aquello a lo que tienes una aversión
irracional y exagerada sin razón alguna. Esto significa que hay algo en lo
externo que refleja un aspecto interno de ti que no aceptas ni ves.
Adéntrate en tu oscuridad y no permitas
que el miedo te posea. Ilumina con tu chispa de conciencia todo sombrío temor y
rompe los limites (auto)impuestos que te hacen escoger argumentos externos ya
conocidos y trillados por todos los medrosos, mediocres, miedicas y apocados a
quienes les guía una enfermiza obsesión de seguridad, y, como consecuencia, el
más mísero terror a ser libres.
En un mundo como el de hoy,
donde todo es caos, transitorio, caduco, mutable, efímero, acelerado… lo
perenne, imperecedero, sólido, estable e inmutable ha de estar dentro de ti.
Pero esto no se consigue estancándote para siempre en posiciones ya
conquistadas e identificándote con lo fenoménico, no. Para actuar con la
firmeza y voluntad del espíritu, has de fluir con las circunstancias, adaptarte
a las situaciones y aconteceres vitales, ir por múltiples itinerarios,
transformarte en mil formas, actuar en diferentes contextos… pero siempre
dominando tú a los elementos, no ellos a ti. Sírvete de su energía y hazla
tuya. No dejes que el azar y el destino al que te ha sojuzgado el otro, dirijan
tu vida: crea una estrategia interna para dar sentido a tu transitar
existencial y genera –con los elementos que te brinda la vida– una realidad
propia.
¿Por qué has de resignarte
pasivamente en el rol en el que te coloca el otro? Acepta ese rol y hazlo tuyo,
aprópiatelo, da lo mejor de ti mismo en el desempeño de esa función y agota su
contenido arquetípico: ve más allá y créate a ti mismo, escribe un guión
propio y encárnalo en tu vida. Cuando sientas que has de expandir tu
conciencia, no des pábulo a los miedos de tus yoes psicológicos porque te harán
justificar, culpabilizar a los otros y esperar a que haya una oportunidad
mejor… Nunca va a haber una oportunidad más óptima de ejercer tu voluntad
que ahora mismo: ¿por qué esperar a qué las cosas cambien? ¡Eso es un
inmovilismo indolente producido por el miedo a ser tú mismo! Muévete
y propicia tú el cambio, el momento adecuado, la acción crucial: Tu kairós.
No dejes de hacer las cosas por
temor y arredramiento. Enfrenta a tus miedos, da un paso al frente y atraviesa
tus límites: véncete a ti mismo. Desenfunda tu espada y corta todos los
nudos que te anclan a la materialidad ínfera de este mundo. Elévate sobre ti
mismo; verás lo cotidiano desde lo alto, desde un prisma mucho más amplio,
extenso, holístico, expansivo y sinérgico. Nunca más estarás a merced de la
emocionalidad exacerbada de las situaciones diarias que genera el otro en ti,
sino que tú la cabalgarás, la domeñarás y la portarás de una forma integrada,
alquimizada y transmutada en el fúlgido fuego de la Voluntad de tu espíritu:
serás el dueño de tu existencia, el emperador de tu sacro imperio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario