De
vez en cuando es saludable refugiarnos en nuestro “jardín” para descansar de
las heridas producidas por la hostilidad del mundo exterior. La cuestión se torna problemática cuando esta
actitud se dilata en el tiempo y esas murallas que previamente habían
desempeñado la función de salvaguardar nuestra integridad, las convertimos en “objeto
de culto” de nuestro pequeño y falso mundo egotista repleto de comodidades,
placeres envilecedores e indiferencia escapista ante lo que ocurra más allá de
nuestras narices. Es ahí, cuando caemos en la trampa del hedonismo y nos volvemos cobardes y temerosos de todo
dolor y sufrimiento; es ahí cuando nos olvidamos de nosotros mismos y de
nuestro auténtico propósito: ¡Liberarnos del sistema! (y eso exige
autoconocimiento, esfuerzo, sacrificio y voluntad de lucha).
Por
eso es importante ejercitar el dominio de sí en todo lo que hagamos y tener la
autodeterminación necesaria para vencer nuestras limitaciones internas, autoimponer
nuestra Voluntad a nuestros miedos, y
seguir hacia adelante: pase lo que pase, pese a quién le pese.
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