Esperando siempre a que las
cosas sucedan por sí solas, pones el piloto automático y vegetas sin
consciencia de ti mismo. El otro te dicta lo que has de hacer y sin rechistar
lo haces. ¿Acaso te das cuenta de que lo que piensas no eres tú? ¿Si te vienen
diez mil pensamientos por segundo todavía esperas que haya algo de orden
en tu vida? Tus fuerzas están constantemente divididas, no quieres ni una
ni otra cosa, ni la de más allá ni la de más acá. ¿Nunca te has planteado
qué coño quieres? Perpetua indecisión la que te hace quedarte a medio camino de
todo lo que quieres emprender. ¿Pero acaso tienes claro qué hacer con tu vida?
¿Pones como prioridad la retribución económica sobre aquello que realmente te
gusta y te da vida? ¿Por qué te adaptas a lo que hay fuera y no creas tú algo
nuevo desde adentro?
Ya no es momento para acoplarse
a lo existente ahí afuera. Eso está creado por el otro. Lo externo es un puro
pretérito, un pasado anquilosado, un devenir estancado que algún día fue
pensado por alguien que no eres tú. ¿Por qué te has de someter a su
voluntad? ¿Acaso la tuya tiene menos valor que la suya? ¡Resiste sus envites!
Que no te obnubilen sus ardides de ficción hipnótica. Se meterá dentro de ti y
pensarás que las voces que oyes en tu cabeza son tuyas, pero no, no te
pertenecen a ti; son sus hilarantes gritos de miedo crónico, sus embauques
manipuladores para teledirigirte a su antojo, sus emociones caóticas que te
envuelven en un laberinto de confusión infinita.
Algunas veces parece que le has
vencido, que ya no te volverá a tocar los cojones, pero siempre está ahí;
cuando estás confiado, sale sin que te lo esperes, vuelve al ataque
de nuevo, otra vez quiere dirigir tu vida y, por enésima vez, has de sacar
fuerzas de donde no las hay para plantar batalla y combatir.
Esto es una constante lucha por
existir. Si te relajas un instante, quizás nunca más puedas revertir la
situación. Hay que estar siempre alerta, concentrado, enérgico y vigilante con
uno mismo; a la mínima sospecha o amenaza del otro en ti, corta de raíz, abate
sin concesiones su estampa, nunca negocies ni dejes que te convenza: ¡AL
PAREDÓN!
Si huele tu debilidad: estarás
perdido. Saldrá una y otra vez, cada vez con más pedantería y chulería que la
anterior, te arrinconará y te hará su sirviente, su vasallo, su esclavo anclado
a sus designios. ¡Nunca jamás lo permitas! Acalla todo conato de subversión y
mantén tu propio orden: tu propio cosmos primordial.
Tu espíritu es el emperador sagrado
de tu imperio y la manifestación regia de su Voluntad; es tu divina presencia
en este mundo. Somete lo inferior a lo superior y comanda tu propia vida desde
lo alto y lo trascendente. Tu misión en este mundo no es conformarte con
las migajas que te da el otro para imitarlo en su mediocre estupidez, sino
conquistar tu propia existencia para llegar a ser quién auténticamente
eres: Tú mismo.
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