miércoles, 26 de abril de 2017

Victoria incandescente.


No intentes cambiar al otro porque saldrás escaldado y con la sensación de estar rebotando constantemente contra un muro. ¿Por qué te obstinas tanto en hacer que los otros se comporten como tú quieres? ¡Anda ya! Mientras no invadan tu espacio sagrado que hagan lo que quieran. Tú vive y deja vivir. Si ves al otro en la ceguera de su propia ofuscación mental, déjalo que siga ahí, ya que si optas por ayudarlo, lo más probable es que encuentre un motivo para culpabilizarte por provocar su situación; además aunque le eches una mano y con ello mejore su situación, esto no será nada sólido ni estable, ya que has sido tú quien le ha tapado su falta y no le has dejado superar sus adversidades por sí mismo, por lo que la seguirá reproduciendo una y otra vez. Huelga decir, que el otro quizás te lo agradezca en el instante, pero pronto se le olvidará y al mínimo descuido que cometas estará como una fiera incriminándote por no haber estado ahí, por haberle fallado esta vez, por haber cambiado y no ser el de antes, por no estar a la altura de su afecto...

Nunca cronifiques la dependencia del otro hacia ti, eso no denotaría más que un redentorismo fatuo,  vanidoso y narcisista. Permite que el otro se caiga, tome conciencia de sus errores, fallas, grietas, cuestiones no aclaradas para que resurja dentro de sí todo el potencial que yace latente en su interior y lo exprese en su realidad cotidiana.

Toma nota: que cada uno arregle sus cosas con sus propios medios y posibilidades. No intentes “despertar”  a nadie si no están dispuestos a transitar su propia sombra para encender su propia luz. Si ves que esto es así, no habrá nada que hacer excepto cubrirte la cabeza con algo duro y resistente que soporte las pedradas  de ira, odio, irritación insultos, hostilidad…  que te lanzarán para no tener que ver tu conducta auténtica y obligarse a sí mismos a ir más allá de sus límites y cambiar sus hábitos teledirigidos… Éstos prefieren tachar y obviar a quién se atreve a ser sí mismo, para seguir actuando con el miedo y la cobardía que manifiestan sus yoes psicológicos e instalarse en el apoquinamiento y mediocridad.

Deja que cada uno desarrolle su ingenio con lo que tiene, que aprenda a hacer mucho con poco, que se dé cuenta de aquello que sale por su boca y se obligue a sí mismo a desarrollar un camino de transmutación interna que genere en su realidad, la bienaventuranza y la prosperidad que tanto anhela en su ser más profundo.

Comprende de una vez que muchos no quieren liberarse, sino ser esclavos de sí mismos de manera perpetua y sumisa. ¿Por qué te obcecas tanto con su liberación si ellos no la quieren? ¿Quién te crees tú para decidir por ellos? Abandona tus ínfulas de superioridad y focaliza tu puesta de sentido en ti mismo.  Primero libérate tú, y luego también. Y que cada uno haga lo propio consigo mismo.

Hazte un individuo fuerte, vigoroso, decidido, digno, íntegro, valeroso, autárquico, soberano y dueño de sí.

La victoria comienza y termina en ti; en la flamígera voluntad de tu espíritu.


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