El mundo te va a intentar apagar
constantemente tu luz. Para ello no emprendas acciones en las que saques poder
sobre los otros, sino sobre ti mismo. ¿De qué te vale sacar ventaja a los
otros? ¿Para quitarles el puesto, para dominarlos y subyugarlos a tus directrices?
¿Qué pasa que te has cansado de ser esclavo y ahora quieres ser el amo, es
decir, doblemente esclavo? En efecto,
porque si accedes a los argumentos del amo, no solo serás esclavo de tu
necesidad de poder ególatra y narcisista, sino que dependes además de la
ignorancia, languidez y estupidez de aquellos a los que pretendes dominar, por
lo que tendrás que estar pendiente de que mantengan ese estado de inopia mental
continuamente si no quieres que ellos te dominen a ti. Aún así,
involuntariamente, ellos te tendrán atado.
¡Vaya¡ ¡necia paradoja! Te
quieres zafar de la servidumbre del esclavo y ahora en tu condición de amo: ¡estás
encadenado aún más! ¿Esto es lo que habías soñado cuando querías ser jefe? ¿Cuando quieres ser el número uno respecto a los demás? ¿Cuando
quieres machacar a los otros y que te rindan pleitesía? Si juegas a este juego
infame de lucha de poder –donde has de esconder tu verdadero rostro utilizando
máscaras baratas, estrategias sombrías, un maquiavelismo temeroso de tercera
y una estulticia encubierta de falsa astucia– esos mismos a los que
quieres sojuzgar te traicionarán usando tus mismas cartas y te quedarás sin
nada: solo con una ambición desmedida que ha quebrado tu vegetar reptil.
Con esto no pienses que utilizar
una mente estratégica no es útil para sobrevivir en el mundo de hoy, sino todo
lo contrario, es más necesaria que nunca. En la actualidad la guerra es psicológica y se libra en el
fragor de lo cotidiano. Ahí es donde tienes que emplear todas tus armas,
pero no para acumular poder y subordinar a otros para tus fines egoístas,
megalómanos, psicopáticos y materiales, sino para conocerte, dominarte,
probarte, y vencerte a ti mismo.
Percibe la cotidianeidad como un
campo de batalla propicio para ir más allá de tus límites, enfrentarte y
superar tus miedos, encender tu chispa divina con la fricción generada en la
relación diaria e inundar de tu fragancia refulgente todo lo que toques con tu
magnánima presencia.
Sé valiente y ten la entereza
suficiente para expresarte de forma creativa, de manifestar tu espíritu en
acto, de ser fiel a tu propio estilo y autenticidad. Ser pura originalidad
ha de ser tu máxima meta: marcar la diferencia, imprimir cualidad,
estimular la individualidad, ejecutar tu voluntad.
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