¿Pero qué valor tiene tu palabra
si no es consecuente con tus actos? ¿Si siempre te estás arrepintiendo de lo
que no has hecho ni jamás harás? “Si yo hubiera hecho esto… “si hubiese esto otro
lo haría de aquella forma…”. Nunca responsabilizándote de tus actos presentes,
siempre evocando y proyectándote a un lastimero pasado y a un futuro hipotético
no mucho más gratificante, para permanecer en tu estado de inopia,
desazón, desidia,servilismo y dependencia. Siempre yéndote hacia adelante o
hacia atrás, nunca estás presente, aquí y ahora, en el momento donde existen
todos los momentos… “yo haría esto…”; ¿cómo qué harías? ¿Por qué usas el
condicional? ¿Acaso tienen más poder las contingencias externas que tu propio
deseo y voluntad?
Basta ya de justificaciones y de
excusas baratas. Tus “no puedo” no tienen cabida en tu nueva realidad. ¿A quién
tienes que pedir permiso para PODER? ¡Solo a ti mismo! Nadie en lo externo
tiene potestad para otorgarte aquello que debes o no hacer. Si sigues
amedrentándote y arrodillándote ante lo que diga el otro en ti, no harás más
que regalar tu poder a ese bicho parásito
que se alimenta de tu miedo fóbico, abatimiento y cobardía crónica. No temas a
sus amenazas, son papel mojado que pronto se convertirán en ceniza
embarrada. Éstas nacen del miedo a sentirse inferior que tú, a que tú por
fin despiertes y tomes conciencia de tu potencial divino, a que brilles con tu
áurea magnificencia y pongas término a este encadenamiento al que
inconscientemente te ves envuelto.
¿Para qué cojones estás en la
vida si no te atreves a vivirla? Lo único que estás haciendo es prestar energía
a otro que ni siquiera conoces para que la viva por ti; sufres, lloras,
padeces… ¿Por qué? ¿Por los traumas no resueltos de otro? ¡Anda y que se joda!
¡Que arregle él sus problemas! Tú ocúpate de tus soluciones: de construir puentes que unan y no separen, de tender
lazos que crezcan y no se anuden, de sonreír a cada instante y extender tus
alas para volar en un éxtasis perpetuo.
Deja ya de buscar seguridad a
toda costa ¿De qué te vale tanta? La muerte te lo arrebatará y te quedarás sin
nada, solo tú frente a ti mismo en infinita soledad, viéndote cómo has
malgastado el poco tiempo de vida que te quedaba, en quimeras ilusorias y
acumulación de superfluidades materiales, sin haber creado nada auténtico
emanado de la originalidad más profunda de ti mismo, ni tampoco algo digno de
llevártelo contigo después de la muerte física, ¿acaso crees que te llevarás
tus propiedades, apegos relacionales, tus miedos, arrepentimientos, lamentos?
Pues si sigues cediendo tu propio poder a las circunstancias y a lo externo,
sí, generarás un infierno tanático de miseria y podredumbre existencial, un
vegetar por el plano astral donde se nutrirán de tu energía bichos de toda
índole y ropaje, donde las emociones desbocadas de tu plexo solar –esas mismas
que produce tu yo-artificial creado por el otro con el que tanto te identificas
y al que tanto defiendes– serán un alimento muy preciado para aquellos que te
mantienen prisionero, encerrado y esclavo de tus pasiones ínferas.
¿Acaso tu vida tras la muerte
será muy distinta de tu vegetar por la vida de ahora? En efecto, así como es tu
vida ahora, será tu muerte mañana. Si eres pasto de parásitos y carne de cañón
de los discursos de los paradigmas de la cultura, serás un eterno esclavo allá
donde estés, en cambio, si eres dueño y señor de tu propia existencia y generas
una realidad propia (tu propio paraíso), serás un soberano inmortal para siempre.
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