miércoles, 5 de abril de 2017

Infra-seres masa. Unidireccionalidad de la “Mente-colmena”.



En la actualidad, el proceso de interiorización de los valores sociales y las creencias culturales del sistema está siendo más eficaz que nunca. El exceso de información y de imágenes nos embota y confunde hasta el punto de causarnos una desorientación nunca antes imaginada y un olvido de nuestro propio pensar y actuar. ¿Pero cuáles son los medios que utilizan para clavarnos esas imágenes que nos fagocitan y que nos hacen perder la orientación de nuestras vidas? Lo primero, y ante todo, ha sido eliminar nuestro carácter soberano para hacinarnos y atomizarnos en la multiplicación de individuos próximos físicamente, pero al mismo tiempo alejados afectiva y emocionalmente, es decir: nos han construido como masas informes y anónimas despojadas de cualquier atisbo de poder autónomo en el destino social de su propio destino.  Como decía Le bon en la introducción a su obra Psicología de Masas, estamos en la “era de las masas”.        

Después de todo un siglo conformándonos como una sociedad de masas, los resultados son pavorosamente desalentadores para la reversión de la situación que esta organización social de la sociedad ha generado, ya que hemos sido sometidos, sistemáticamente, a un sinfín de estragos que han socavado por completo nuestra condición humana, no sólo como colectivo capaz de auto-organizarse autónomamente, sino como individuos soberanos de sí mismos. Así pues, el nivel de degradación de la “masa”, ha sido tal, que nos hemos convertido en infra-seres hacinados,  dóciles, acobardados, débiles, frágiles, miedosos e incapaces de gobernar nuestras propias vidas; de ahí que estas consecuencias que sufrimos en la actualidad en nuestras propias carnes, hayan sido causadas, en gran medida, por el agrupamiento masificado y hacinado en la artificialidad de unas mega-urbes que nos han desarraigado de la ligazón que nos confiere la tierra: nuestra identidad natural como seres humanos.   

En este mismo proceso de despersonalización conjunta,  la élite nos ha divido por clases, grupos, colectivos, sectores, segmentos y categorías administrativas, transformándonos en meros datos, números y registros documentales desconectados de los lazos humanos innatos que nos unen entre nosotros, para desconocernos y, así, vernos como extraños ajenos a sí mismos con los que hemos de confrontar, luchar y pisotear para ser el primero en recoger la limosna que le ofrece el sistema.       

Como si de una “mente-colmena” se tratara, estamos hipnotizados por las proclamas unidireccionales con la que nos manipula el sistema. Hemos sido adoctrinados en que los perros que guían nuestro rebaño, están con nosotros para cuidarnos y ayudarnos en nuestra inocente existencia,  ya que, ¡qué pena de nosotros!, que no sabemos qué hacemos aquí… Pero ellos si lo saben y se aprovechan de nuestra ignorante condición. Somos su ganado, nos tienen almacenados en una “granja holográfica” que alimentamos con nuestro miedo. Nuestro temor les excita y se lo inyectan en vena, como si fuera el éxtasis etérico que les hiciera mantenerse vivos. Por eso, en esta granja urbana en la que todos estamos hacinados –viviendo en la obsesión materialista y envenenados por el dinero–, nos tienen aborregados, atolondrados, aturdidos y  distraídos mirando al unísono  una realidad ficticia, pero que se está convirtiendo en nuestro destino real: la aniquilación del ser humano como especie.         

La psicologización de las masas es un tema bastante estudiado, cuyo pionero fue Gustave Le bon quién se percató del “poder inconsciente” que mueve a las masas a dirigirse hacia una determinada dirección. El francés plantea que hay una gran diferencia en nuestro comportamiento humano cuando estamos solos –individualmente– o inmersos en una colectividad o masa, ya que nuestro estado consciente habitual cuando estamos de forma individualizada se transforma en un modo inconsciente cuando estamos envueltos en una entidad grupal o colectiva, lo cual, le permite afirmar en el primer capítulo de su obra lo siguiente:

“Los sentimientos y las ideas de todas las personas aglomeradas adquieren la misma dirección y su personalidad consciente se desvanece. Se forma una mente colectiva, sin duda transitoria, pero que presenta características muy claramente definidas (…) Forma un único ser y queda sujeta a la ley de la unidad mental de las masas”.

Esto último que señala Le bon, adquiere una gran dimensión de importancia, ya que denota que las masas están formadas por una mentalidad que se forma a un nivel inconsciente, y por tanto, no sujeto a la voluntad de los individuos que la componen, lo que hace que la colectividad aglomerada que se define como masa, se caracterice por su total volubilidad y susceptibilidad de ser influenciada, condicionada y manipulada externamente. Asimismo, en este aspecto, Freud,  en su obra Psicología de las masas, alude al alto grado de sugestión –compartido por Le Bon– al que puede ser sometido a las masas actuales de nuestra sociedad, en la que el individuo concreto queda subsumido y engullido totalmente por las fuerzas hipnotizadoras inconscientes propias de una muchedumbre teledirigida:

“El individuo sumido algún tiempo en el seno de una multitud activa cae pronto; a consecuencia de los efluvios que de la misma emanan o por cualquier otra causa, aún ignorada, en un estado particular, muy semejante al estado de fascinación del hipnotizado en las manos del hipnotizador. Paralizada la vida cerebral del sujeto hipnotizado, se convierte éste en un esclavo de todas sus actividades inconscientes, que el hipnotizador dirige a su antojo. La personalidad consciente desaparece; la voluntad y el discernimiento quedan abolidos. Sentimientos y pensamientos son entonces orientados en el sentido determinado por el hipnotizador” –concluyendo Freud  lo siguiente– “La multitud es extraordinariamente crédula. Carece de sentido crítico y lo inverosímil no existe para ella. Piensa en imágenes que se enlazan unas a otras asociativamente como en aquellos estados en los que el individuo da libre curso a su imaginación  sin que ninguna instancia racional intervenga para juzgar hasta qué punto se adaptan a la realidad sus fantasías”.

Y claro está que nuestra realidad sigue siendo así. Vivimos en un mundo de “fantasías” prefabricadas que nos inducen a estados de confusión mediático-alucinatorios en los que nos manejan  a través de procesos de “sugestión” que azuzan nuestro inconsciente colectivo como si de una hipnosis mágica-vudú se tratara. Su principal objetivo es adormecernos la capacidad volitiva individual de nuestras conciencias internas, para hacernos mover socialmente por contagio mimético hacia los vaivenes emocionales en los que es “dirigida” la masa.  Nuestra psique parece ser que funciona en un alto grado por la imitación, por el contagio y por la influencia externa, como si nuestro instinto de conservación priorizará la conducta gregaria a la propiamente individual y original de cada ser interno propio a cada uno de nosotros.         
                       
La casta gobernante, conoce esta tendencia gregaria del ser humano y la exprime al máximo, la cual, aprovecha para anular nuestra capacidad individual, y fomentar la estandarización, homogeneización y uniformización de una masa empobrecida por la ruptura de la horizontalidad relacional y la mediación tecnológica vertical, hasta el punto de que diversos autores dieron una definición para el nuevo individuo que había sido creado bajo las fauces de una masa artificialmente creada y teledirigida, señalando como característica primordial de su identidad: “la nula voluntad que posee dicho individuo”. En este mismo plano, Ortega y Gasset, calificó a este individuo desidentificado de su propia individualidad como “hombre-masa”, al que, según el filósofo español, se le reconoce con las siguientes características:

“Delante de una persona  podemos saber si es masa o no. Masa es aquel que no se valora a sí mismo – en bien o en mal – por razones especiales, sino que se siente ‘como todo el mundo’ y, sin embargo, no se angustia, se siente a gusto al sentirse como los demás”.

Esta definición le lleva a plantear en su misma obra, a modo de sentencia: “Masa es el hombre medio”, o como diría José ingenieros: “el hombre mediocre”.        

En definitiva,  podemos señalar que la conformación y la agrupación de los individuos en una masa, ha generado que en la actualidad hayan desaparecido, todas las formas naturales de relación, favoreciendo así, que se fortalezca el aparato de dominación y su capacidad para la creación artificial de una sociedad hiperreal y manipulada desde arriba,  que es construida a base de símbolos e imágenes arquetípicas mediante procesos de ingeniería social.


Leer: La Rebelión Autárquica. Ensayo sobre la liberación del ser en tiempos de espejismo social. 

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