No veas la realidad con
ideas preconcebidas ni estructuras prediseñadas a priori. No te pongas las
gafas de otro, ni siquiera las tuyas propias. Mira tu vida con tus propios
ojos, sin ningún elemento que interfiera entre tú y tu propia experiencia de
las cosas.
Deja atrás los dogmas y
las ideologías. Aprende de las vivencias
que vayan acaeciendo a lo largo de tu existencia, y estate atento a tus
errores, sí, pero aún más a tus aciertos, que éstos no sean un hecho aislado procurado
por la fortuna o el azar, conviértelos en tu modo de vida y atraerás las
certezas a tu acontecer vital.
Está bien formarse y
leer, pero nunca será suficiente ni bastará para recordar quién eres en
realidad. La reflexión y el conocimiento de sí han de ir inexorablemente de la
mano con la acción y el probarse a sí mismo; no solo vale planear las tácticas
y estrategias en un plano teórico, sino llevarlas a cabo en el campo de batalla
junto a las contingencias de la vida diaria.
No busques más excusas, ya no sirven;
tampoco te escudes en tus enmarañamientos mentales ni disquisiciones
embrolladas porque no son más que un producto del miedo a trascenderte a ti
mismo y a superar tus propios límites. ¿Ahora te sumergirás en situaciones
novedosas que ya no controlas verdad? ¡No te detengas ante ello! ¡Es tu gran
oportunidad para crecer y liberarte del encenagamiento arquetípico que te
atenaza!
Ahí está tu reto:
olvídate de todo lo que has leído, y entra a la vida desde cero, abierto a la
infinita posibilidad de existir por ti mismo.
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