miércoles, 16 de noviembre de 2016

La voz del espíritu.


¿Qué pasa que aquí todo el mundo tiene voz y voto? ¿Todas las personas tienen derecho a emitir su opinión tranquilamente? ¿A decir lo primero que les sale por su boca? ¿A dictar sentencia con su anulado y obnubilado no-juicio?

Esto es el reino de los paletos, mediocres, anodinos, sin-nadies, vulgares, estúpidos, necios, majaderos, memos, mentecatos, botarates, atolondrados, cabezashuecas, lerdos, tontos, obtusos, insulsos, pánfilos, pueriles, empanados, mostrencos, ignorantes, incultos y cazurros.

¡No merecéis que os llamen burros, son mucho más inteligentes que vosotros!

Antes de hablar pensad un poco. Sois mucho menos que animales. Sois sustratos de energía tanática mucho menos que ínfera. ¡No valéis nada!

Vuestra no-vida se perderá en los albores del tiempo como la de una lombriz, reptando bajo el subsuelo con vuestra cobardía, temor y búsqueda del no-dolor a toda costa.

Solo sabéis meteros en la vida de los demás, garrapatas inconscientes. Los entes que os vampirizan os instan a decir gilipolleces y sandeces varias con el único objetivo de herir, humillar y aniquilar al otro para chuparle toda su energía. ¿No os dais cuenta que así os subyugáis más y más a vuestros parásitos? ¡No sois más que oquedades sombrías llenas de odio, envidia y crueldad! ¡Petulantes estultos que ignoran su infame pequeñez, su vegetar por la vida, su ceguera por la existencia!  ¡Anda ya, peleles!

Ya no caeremos más en vuestro juego. Somos rocas, lo suficientemente firmes y flexibles para saber esquivaros, soportaros, resistiros y combatiros.

Impertérritos e indómitos nos erigimos como naturalezas ígneas, cuyo fulgor divino perforará toda vuestra miseria y degradación.

Aquí estamos una vez más, dispuestos para la batalla final. Vuestros dardos no consiguen penetrar nuestra armadura, somos inmunes a vuestra inmundicia. No traemos la espada para que la contempléis y adoréis como hacéis con vuestros ídolos de pacotilla, sino para cortar vuestras ataduras y nudos, para romper vuestras cadenas y liberaros del yugo al que voluntariamente os sometéis.

Somos el batallón victorioso. La gloria es nuestra.  Nos movemos por honor y lealtad. Somos dignos, orgullosos, nobles y REALES. Sí, éstos somos nosotros; lo estás viendo, escuchando y sintiendo dentro de ti: LA VOZ DEL ESPÍRITU.


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